miércoles, 23 de julio de 2014

No me vuelvas a decir que no.

No me vuelvas a decir que no. Te prometo la luna si la quieres, pero no me digas que no puedes guardarla bajo la cama, cuando te digo que la única que quiero que dé luz a mis noches, es la persona que duerme conmigo. No me digas que no. No digas que esta despedida es un adiós. Di mejor hasta luego, porque quiero volver a verte recorrer el mar con las manos y a mecer el aire con tus caderas. No me digas que tu cuerpo no puede ser mi viaje hacia la última frontera, hacia mi última barrera. No me vuelvas a decir que no quieres ser mi bosque, mi enredadera. Déjame tropezar y aparecer junto a la pared que delimita tu sonrisa. No me vuelvas a decirme que no quieres ver un nuevo amanecer, postrada en los viejos andenes de este cobijado guardarropa donde nos deshacemos en halagos, donde jugamos a comernos con las manos. No me digas que no confías en poetas, que no entiendes de sus tretas que sólo juegan a vaciar corazones, sostenes, a jugar con la bragueta. No me digas que no quieres ser poema; ser la musa de tez morena que da nombre a mis múltiples condenas. No vuelvas a decirme que no quieres correr, volar, soñar con salir del fondo, de surcar las nubes adosada a mis alas de paloma. No vuelvas a decirme que tienes sed si mis labios te sonríen por dar calma a ese sosiego. No me vuelvas a decir que no quieres sonreír; que no quieres estremecer, que no quieres que naufrague en el archipiélago de tus rodillas. No me vuelvas a decir que no entiendes de puntos suspensivos, que tú eres más de puntos finales y que nunca entenderías de finales abiertos. No digas que no conozco tus latidos, tus impulsos, si sé de qué pie cojeas y en qué hombro prefieres apoyar mis 'hasta mañana'. No. No me lo digas. No me vuelvas a decir que no, cuando tus ojos piden "si".

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