sábado, 25 de enero de 2014

1, 2, 3... ¡PATAATA!

Johnny era un niño normal. Jugaba al fútbol los domingos, le gustaba ver como su pez Luke abría la boca cuando le echaba la comida y hacía los deberes pronto siempre que llegaba a casa para poder jugar a que era un astronauta. Johnny era un niño normal; lo "era" hasta que sus padres le regalaron una cámara Leica de segunda mano en su décimo cumpleaños. Johnny soñaba con que era uno de los fundadores de la agencia Magnum y que era uno de los fotógrafos más prestigiosos de su generación. Johnny se pintaba siempre un bigote "daliliano" porque decía que le otorgaba cierto carisma y mayor sensación de ser un artista. A Johnny le encanta hacer fotos con su pequeña cámara automática. Sus padres no daban crédito a la gran capacidad que tenía su hijo para gastar carretes. Johnny era un apasionado y mostraba su entusiasmo en las fotos que se hacía de su reflejo en los charcos de los días de lluvia, a sus juguetes y a su traje de astronauta y la nave que se hizo con cajas de cartón y pegatinas con forma de llamas para darle velocidad al vehículo, y a los tobillos de sus familiares porque era un apasionado del picado pero era demasiado pequeño para coger a sus padres, tíos o primos de cuerpo completo. Johnny fotografiaba todo lo que veía como si la cámara fuese parte de él. Johnny era feliz siendo un niño, hasta que fotografió algo que le cambió la vida