viernes, 1 de noviembre de 2013

Mis aullidos.

Respírame, loba, pues no hay mayor libertad que la respiración que se nos escapa en todas y cada una de nuestras odas a la luna. Muérdeme el lomo y siente como la sangre se cuela entre tus fauces. No hay dolor cuando se hiere por amor; el dolor se camufla por la pasión que me inducen tus colmillos afilados. Rúgeme, loba. Hiéreme por causarte daño, por romperte el pecho y estropearte el manto que te envuelve. Pero déjame que te muerda y que te quite tu identidad. Deja que compartamos una nueva esencia, un nuevo nombre con una piel diferente. Deja que seamos nuestros, loba. Deja que seamos mis aullidos.

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